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Al llamado de la ONU para el Día Mundial del Agua, “Salvemos Nuestros Glaciares”, la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua, ALADYR, suma que es urgente que las poblaciones andinas que se abastecen de agua de deshielo hagan la transición a un modelo hidrológico resiliente que incorpore el reciclaje del agua y la potabilización de agua de mar.
“Hay que preservarlos a toda costa (a los glaciares), pero también hay que prepararnos para el peor escenario que, según estimaciones de reducción de masa glaciar en Latinoamérica, es el más probable” enfatizó Jerry Ross, presidente de ALADYR.
El retroceso glaciar en América Latina ha dejado de ser una advertencia y se ha convertido en una realidad ineludible. El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) ha evidenciado que la pérdida de masa de los glaciares es irreversible en múltiples cuencas y que la reducción de su capacidad de recarga compromete la disponibilidad hídrica de manera estructural. “Incluso bajo escenarios de bajas emisiones, se proyecta que las masas de glaciares a nivel global podrían reducirse entre un 18% y un 36% para finales de siglo. "Tendencia especialmente preocupante en los Andes” reza su Informe Especial sobre el Océano y la Criósfera en un Clima Cambiante.
Las comunidades altoandinas y las ciudades que dependen del agua de deshielo enfrentarán las mayores dificultades ante la disminución de los glaciares. Según estimaciones del IPCC, más de 23 millones de personas en América Latina dependen directamente de los caudales glaciares para su abastecimiento de agua potable, riego agrícola y generación hidroeléctrica. En países como Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia y Chile, esta fuente hídrica ha sido fundamental para el desarrollo económico y social. En la cuenca del Río Santa, en Perú, el retroceso del glaciar Pastoruri ha reducido drásticamente la disponibilidad de agua para más de 1,6 millones de personas, lo que ha afectado el rendimiento de cultivos esenciales y la seguridad alimentaria. En Bolivia, la desaparición del glaciar Chacaltaya agravó la crisis de abastecimiento en La Paz y El Alto, ciudades con más de 2,7 millones de habitantes. En Chile, la disminución del caudal de los ríos Maipo y Aconcagua amenaza el suministro de Santiago y Valparaíso, donde residen más de 8 millones de personas. Sin medidas urgentes de adaptación y diversificación de fuentes de agua, estas poblaciones enfrentarán una crisis hídrica sin precedentes.
Para ALADYR, el tiempo para la adaptación juega en contra. La aceleración del calentamiento global ha provocado la pérdida de masa glaciar en los Andes haya superado el 50% en algunas regiones, afectando directamente la seguridad hídrica de poblaciones dependientes de este recurso. “Los modelos climáticos proyectan una drástica disminución en la disponibilidad de agua de deshielo en las próximas décadas, lo que requiere una reconfiguración inmediata de las políticas hídricas y la implementación de soluciones resilientes. La buena noticia es que sabemos cómo mitigar estas externalidades negativas, no solo desde un punto de vista teórico sino fundamentalmente práctico. La Desalación de Agua de Mar y el Reúso de Efluentes junto con la vinculaciones Pública-Privadas son las claves.”, subraya Juan Camezzana, director de la Asociación.
Mecanismos de adaptación
Según el Banco Interamericano de Desarrollo de América Latina y el Caribe, CAF, en la región hay un 66% de las aguas residuales que se descarga sin tratamiento. “Sin contar la polución que esto genera, el desperdicio de este caudal es realmente irracional en el contexto de creciente escasez hídrica en que se encuentra América Latina” dijeron para enfatizar la necesidad de reúso de agua.
La misma CAF calcula que la región requiere una inversión estimada de USD 253 mil millones en infraestructura de agua y saneamiento entre 2021 y 2030 para cerrar la brecha existente, pero desde ALADYR denuncian que casi ningún país de Latinoamérica ha cumplido con estas metas de inversión.
Al imperativo del reciclaje de agua sumaron la desalación, que se posiciona como una respuesta tecnológicamente madura y energéticamente eficiente para garantizar la seguridad hídrica en entornos con estrés hídrico crónico. Su adopción en América Latina ha crecido exponencialmente, especialmente en países como Chile, donde se han implementado plantas de última generación que operan con energías renovables y minimizan el impacto ambiental. La evolución de esta industria ha permitido optimizar el consumo energético mediante la implementación de sistemas avanzados de recuperación de energía y el acoplamiento con fuentes renovables, como la energía solar fotovoltaica y la eólica. Hoy en día, la eficiencia energética de las plantas de ósmosis inversa ha reducido el consumo de energía a menos de 2,5 kWh/m³, acercándose al límite termodinámico del proceso.
"La desalinización es el único sector industrial que ha reducido por 10 su consumo energético en los últimos 50 años", agregó Domingo Zarzo, presidente de la Asociación Española de Desalación y Reúso de Agua, AEDyR.
Las múltiples optimizaciones de la desalinización hacen hablar de un impacto ambiental mínimo o casi nulo con sistemas de descarga difusa para mitigar afectaciones en los ecosistemas marinos. Además, la implementación de circuitos cerrados de aprovechamiento energético y la reutilización de materiales en la construcción de plantas han reducido considerablemente su huella de carbono.
ALADYR enfatiza que la planificación hídrica en América Latina debe incorporar con urgencia mecanismos de financiamiento y normativas que favorezcan la implementación de infraestructura de desalación y reúso. La diversificación de fuentes de agua no puede seguir siendo una discusión prospectiva, sino una acción inmediata. La desalinización es una solución operacionalmente validada y debe integrarse de manera estratégica en las políticas de seguridad hídrica. Países como España, Israel y Arabia Saudita han demostrado que la desalación, combinada con políticas de gestión eficiente del agua y esquemas de financiamiento sostenibles, puede garantizar el abastecimiento hídrico a largo plazo y minimizar la dependencia de fuentes cada vez más escasas y vulnerables.
ALADYR concluyó apuntando que la inacción ante esta realidad profundizará las brechas de acceso al agua y comprometerá el desarrollo socioeconómico de la región en el mediano y largo plazo. “Es urgente que los gobiernos, el sector privado y la comunidad científica trabajen de manera conjunta para acelerar la implementación de soluciones que permitan garantizar la seguridad hídrica de las generaciones futuras. No podemos dejar a más de 23 millones de personas a su suerte” sentenciaron.
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