por Javier Caballero, director de Marketing en Continental Tires España 17 de marzo, 2025
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Durante décadas, un componente discreto ha revolucionado la seguridad y la eficiencia en la industria del neumático: el sílice. Este material, presente en la naturaleza en rocas como el cuarzo y el pedernal, ha pasado de ser un “simple” elemento común a convertirse en un protagonista esencial en la composición de las cubiertas de nuestros vehículos, desde coches o motos hasta bicicletas y camiones. Pero detrás de esta evolución, hay una historia, marcada por la innovación y la búsqueda constante de mejoras, que merece ser contada.

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Hace 30 años, Continental, compañía pionera en la investigación y desarrollo de neumáticos, introdujo el sílice en la banda de rodadura, transformando para siempre el rendimiento y la seguridad vial. Antes de esta innovación, el negro de humo (obtenido de la combustión de diferentes materiales como aceites, grasas o brea, entre otros) dominaba la composición de los neumáticos. Si bien cumplía su función, presentaba limitaciones en cuanto a agarre en mojado y resistencia a la rodadura. Pero entonces, la llegada del sílice marcó un antes y un después, mejorando significativamente ambos aspectos.

Pero ¿qué hace al sílice tan especial? La clave reside en sus propiedades superficiales. A diferencia del sílice cristalino presente en la naturaleza, que no interactúa eficientemente con el caucho, la industria del neumático utiliza sílice amorfo, obtenido mediante un proceso de transformación. Este sílice amorfo, durante el proceso de mezclado del caucho, se activa al reaccionar con un agente adhesivo llamado hidruro de silicio o silano. Posteriormente, durante la vulcanización del neumático, a temperaturas entre 120°C y 160°C, el sílice, con la ayuda del silano, forma enlaces adicionales entre los polímeros de caucho, creando una red molecular robusta y flexible. Este entramado molecular es el responsable de las excepcionales propiedades del neumático.

La introducción del sílice no fue un camino fácil. En la década de 1970, varios fabricantes intentaron incorporarlo en sus compuestos, sin éxito. Fue Continental, a finales de 1993, quien logró la hazaña, convirtiéndose en un referente en la innovación de neumáticos. A mediados de los 90, lanzaron al mercado el ContiEcoContact CP, el primer neumático de producción con sílice en la banda de rodadura. Este hito marcó el inicio de una nueva era en la seguridad vial.

Además de la seguridad, el sílice también ha impulsado la eficiencia energética. La reducción de la resistencia a la rodadura, de hasta un 50%, se tradujo en un menor consumo de combustible en los vehículos de combustión interna y, en la actualidad, contribuye a aumentar la autonomía de los vehículos eléctricos. Este beneficio ambiental es un factor clave en la búsqueda de una movilidad más sostenible.

Pero la innovación no se detiene. En Continental continuamos investigando y desarrollando nuevas formas de utilizar el sílice, buscando fuentes más sostenibles y mejorando aún más sus propiedades. Un ejemplo de este compromiso es la utilización de cenizas de cáscara de arroz como materia prima para la producción de sílice. Este subproducto de la industria arrocera, que no puede utilizarse para alimentación humana o animal, se convierte en una fuente sostenible y eficiente para la obtención de sílice, con un menor impacto ambiental que la arena de cuarzo tradicional. El UltraContact NXT, el neumático más sostenible desarrollado por Continental hasta la fecha, ya incorpora sílice procedente de cenizas de cáscara de arroz, demostrando nuestro compromiso con la sostenibilidad.

Hoy en día, el sílice es un componente indispensable en los neumáticos premium. Su presencia es garantía de un rendimiento superior, especialmente en cuanto a seguridad en mojado. Los neumáticos que aún utilizan negro de humo en la banda de rodadura no alcanzan los mismos niveles de rendimiento.

Además, la adopción del sílice se extiende a todos los segmentos de la industria del neumático. En las motocicletas, donde la superficie de contacto con el suelo es mínima, el agarre en mojado proporcionado por el sílice es crucial. En las bicicletas, la menor resistencia a la rodadura se traduce en un menor esfuerzo para el ciclista y un peso reducido, como se puede apreciar en los neumáticos utilizados en el Tour de Francia. Incluso en el segmento de los camiones, donde el negro de humo sigue siendo predominante debido a la exigencia de un alto kilometraje, el sílice está ganando terreno gracias a su potencial para reducir el consumo de combustible y aumentar la autonomía de los futuros camiones eléctricos.

Por lo tanto, es indiscutible que el sílice ha revolucionado silenciosamente la industria del neumático. Su impacto en la seguridad vial, la eficiencia energética y la sostenibilidad ha sido y sigue siendo crucial. Seguirá desempeñando un papel fundamental en el desarrollo de neumáticos cada vez más seguros, eficientes y respetuosos con el medio ambiente. La historia del sílice es una historia de éxito, una revolución silenciosa que ha transformado la forma en que nos movemos.

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