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El Día Mundial del Agua de este año, con su lema "Agua para la paz", resalta la importancia crucial del agua como un elemento que puede tanto desencadenar conflictos como forjar la paz. América Latina, con su diversidad geográfica y socioeconómica, ha sido testigo de cómo la escasez, contaminación, y la falta de acceso al agua pueden intensificar las tensiones entre comunidades, sectores y países. Ejemplos notables incluyen conflictos entre la minería y comunidades agrícolas en Perú o las tomas de oficinas de gobierno en México por parte de vecinos para exigir la restitución del servicio.
Acorde al Banco Mundial y estudios que recopilaron datos en África y Centro América, la falta de agua merma la cohesión social y pone freno al crecimiento económico. Los documentos rezan que la escasez de agua puede aumentar significativamente la probabilidad de conflictos sociales, afectando de manera adversa la economía al elevar los costos operativos para las empresas y disminuir la competitividad en mercados globales.
Ante estos desafíos y amenazas a la gobernabilidad en los distintos países de la región, la Asociación Latinoamericana de Desalación y Reúso de Agua, ALADYR, se pronunció a favor de una mayor incorporación de las fuentes no convencionales a los sistemas hídricos, así como de políticas públicas que incentiven y promuevan prácticas de sostenibilidad como el reciclaje de agua.
El Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina, OCMAL, señala 165 puntos en el mapa regional en los que el agua es epicentro de la disputa. México, Chile y Perú son los países que más registran desacuerdos de este tipo con 58, 49 y 46 incidentes respectivamente.
Usualmente, estos conflictos se dan en circunstancias en que las demandas agrícolas, potables e industriales se ven forzadas a competir por el recurso en entornos de escasez o con fuentes sobreexplotadas.
A pesar de que las mineras y las embotelladoras suelen estar entre los rubros más eficientes en el consumo de agua mediante la recirculación y el reúso de agua, vienen siendo el blanco de las instituciones gubernamentales con recortes a los derechos de extracción y de las comunidades con tomas y protestas en la medida que se agrava el estrés hídrico en las localidades donde operan.
Desalación y paz
Para Jerry Ross, presidente de ALADYR, las plantas desaladoras de agua de mar y pozos salobres son centros para la paz, puesto que aumentan el volumen del recurso en la matriz y permiten satisfacer las demandas de distintos clientes al mismo tiempo que las fuentes continentales recuperan su caudal ecológico.
“La tendencia a las plantas desalinizadoras multipropósito, que se manifestará con mayor intensidad en Chile, tenderá a la reducción de las fricciones entre comunidades y sectores industriales como el minero porque serán capaces de, a partir de una misma infraestructura de captación y tratamiento, enviar agua para usos potables, agrícolas e industriales, con la calidad que cada sector requiere” explicó Ross.
En Chile se proyectan más de 1.6 millones de metros cúbicos al día bajo la modalidad multipropósito en los próximos años, a lo que Ross declaró que es una tendencia que debería de replicarse en el resto de los países con estrés hídrico de Latinoamérica bajo cooperaciones público-privadas.
Añadió que, como asociación, ALADYR se encarga de difundir información oportuna y fundamentada en estudios científicos para que la desalación sea aceptada por las autoridades y la opinión pública como lo que es: una solución ambientalmente sostenible, energéticamente eficiente y económicamente asequible, para abastecer agua en entornos de escasez.
Reúso para la convivencia urbana
En los últimos años, las grandes urbes y capitales de América Latina han enfrentado severas crisis hídricas que, además de desafiar su capacidad de gestión de recursos, han exacerbado tensiones sociales, evidenciando la profunda interconexión entre el acceso al agua, la paz y la estabilidad urbana.
Situaciones como la toma de camiones de agua durante la crisis hídrica de San Pablo, Brasil, en 2014, la reciente ocupación de edificios de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) en Ciudad de México, y las protestas en Montevideo durante el 2023 por la salinidad del abastecimiento potable, son claros ejemplos de cómo la escasez de este recurso vital puede llevar a la población al límite, desencadenando acciones de protesta y, en casos extremos, violencia social.
Ante este escenario, el reúso de agua surge como un imperativo para la viabilidad de las urbes latinoamericanas, capaz de mitigar los impactos de la escasez hídrica y promover una convivencia pacífica en las áreas de mayor densidad poblacional.
Jerry Ross señala: "El reúso de agua permite convertir cada efluente en un recurso, lo que es una estrategia clave para mantener la paz social en nuestras ciudades. Con este proceso eliminamos la contaminación que como ciudades ejercemos sobre la biota al mismo tiempo que reaprovechamos el recurso".
El ejemplo de Aquapolo en São Paulo es emblemático en este sentido. Este proyecto, considerado uno de los más grandes de reúso de agua para uso industrial en América Latina, ha demostrado cómo la innovación en el tratamiento de aguas residuales puede proporcionar soluciones concretas a la industria y aliviar la presión sobre los recursos hídricos destinados al consumo humano. Iniciado en respuesta a la crisis hídrica de hace 10 años, Aquapolo se ha convertido en un modelo de cómo el reúso de agua puede contribuir a la sostenibilidad urbana y la paz social.
Asimismo, en Monterrey, México, una ciudad que ha experimentado su propia cuota de desafíos hídricos, se están desarrollando proyectos innovadores de reúso de agua y apuntan a ser pioneros en el reúso potable indirecto que consiste en la construcción de cuatro plantas para el tratamiento avanzado de aguas residuales. "La preparación de Monterrey, con proyectos de reúso, representa un paso adelante hacia una gestión hídrica más resiliente y equitativa, esencial para la armonía social", agrega Ross.