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Un nuevo estudio internacional, cuyos resultados se han publicado en Nature Communications, advierten ahora sobre los cambios en la biodiversidad de los mares y océanos europeos a causa de la constante subida de las temperaturas.
La investigación ha analizado en qué medida las tendencias y cambios a largo plazo de las comunidades marinas europeas (zooplancton, bentos, invertebrados pelágicos y demersales y peces) han estado vinculadas al calentamiento oceánico.
Para ello, el grupo de investigadores ha empleado el Índice de Temperatura de las Comunidades (CTI), un indicador estandarizado que proporciona información cuantitativa sobre el estado de una comunidad con respecto a su composición y la respuesta de las especies al calentamiento según su afinidad para aguas cálidas o frías.
Los análisis han abarcado series temporales de hasta cuatro décadas de 65 programas de seguimiento que incluyen datos históricos de un total de 1.817 especies en el Atlántico nororiental, el mar Mediterráneo y el Báltico.
Los resultados del trabajo científico evidencian que la mayoría de las comunidades y hábitats de estos mares europeos han respondido al calentamiento oceánico mediante dos fenómenos ecológicos conocidos como tropicalización y desborealización.
“El incremento de la abundancia de especies de aguas cálidas, proceso denominado tropicalización, predomina en el Atlántico, mientras que la desborealización, proceso de disminución de la abundancia de especies de aguas frías, es especialmente notable en cuencas semicerradas como el Mediterráneo y el Báltico, que además experimentan las tasas más rápidas de calentamiento del mar”, explica Guillem Chust, investigador del centro tecnológico Azti y autor principal del estudio.
Según los expertos, estas tendencias se deben, por un lado, a la mayor facilidad de dispersión y colonización de especies en ambientes abiertos, aunque también existen casos de invasión en los mares semicerrados. “Un ejemplo notable es el aumento de especies de aguas cálidas procedentes del Indo-Pacífico en el este del Mediterráneo, llegadas a través del Canal de Suez y que compiten con las especies autóctonas, alterando las redes tróficas y los ecosistemas marinos”, añade Chust.
Por otro lado, la desborealización refleja la vulnerabilidad de la biodiversidad de las cuencas del Mediterráneo y el Báltico ante el aumento de la temperatura oceánica. Las barreras físicas limitan la conectividad y por tanto la migración de especies de aguas frías hacia hábitats más adecuados para adaptarse al calentamiento.
Entre las especies de peces afectados que están disminuyendo en número se encuentra la sardina europea en el Mediterráneo y el bacalao en el Báltico, importantes recursos tanto ecológica como comercialmente. “El aumento de las temperaturas puede provocar colapsos poblacionales o extinciones locales funcionales, afectando a las pesquerías y las economías locales que dependen de ellas. En particular, las especies diádromas, que migran entre el agua dulce y el mar como el salmón o la anguila, son vulnerables a los cambios climáticos, ya que experimentan efectos a lo largo de diferentes etapas vitales y hábitats”, destaca el experto de Azti.
Otros habitantes de las comunidades marinas europeas, como el coralígeno y el zooplancton, también se ven afectados por el creciente ascenso de la temperatura del mar, impactando en la biodiversidad y la estructura del hábitat en estos ecosistemas, así como en la disponibilidad de alimento para peces y otros organismos.
El calentamiento oceánico y los cambios asociados en la biodiversidad marina podrían afectar también a los servicios ecosistémicos y los recursos marinos. “Las pesquerías necesitarán adaptarse incluyendo ajustes en las zonas de pesca, las temporadas de pesca, así como la diversificación hacia nuevas especies que podrían aumentar en abundancia debido al cambio climático”, subraya Myron Peck, coautor de la investigación.
Además, serán cruciales una gestión y regulación eficaces basadas en datos científicos. Esto incluye la adaptación de cuotas de captura y esfuerzos de pesca a las poblaciones cambiantes de abundancias, así como la implementación de medidas de conservación para proteger las especies y ecosistemas vulnerables.
La investigación publicada en la revista Nature Communications ha sido liderada por Azti y ha contado con la colaboración de 39 expertos de todo el mundo y financiación de la Unión Europea a través del proyecto FutureMARES, coordinado por el Instituto Holandés de Investigación Marina NIOZ.