El reto renovable de la electrificación

Las energías renovables rompieron hace ya tiempo el principal argumento que se utilizaba para criticarlas, el precio. Los informes de Lazard sobre el coste de la energía nos muestran que, a pesar de la inflación del último año, la eólica ha reducido sus costes un 66% en el período 2009-2023, la fotovoltaica los redujo en un 84% en el mismo período. Si tenemos en cuenta la reducción en el precio de los paneles experimentada en los últimos meses, estamos seguros de que, en la próxima edición, veremos de nuevo la reducción de costes de la fotovoltaica en niveles cercanos al 90%, algo impensable en solo catorce años.

Una vez rota la barrera de los costes, son muchos los retos que aún se mantienen, como la adecuación de la generación y la demanda en tecnologías que dependen del recurso renovable, la integración en la red, la financiación en un momento convulso por los tipos de interés o los distintos modelos de negocio que traerá la combinación de distintas tecnologías y formas de generación como la suma de autoconsumo, almacenamiento y vehículo eléctrico.

No será un camino fácil, porque estamos hablando de un cambio profundo y sustancial de nuestro modelo energético. Los combustibles fósiles son hoy, como hace décadas, la base de nuestra energía, también en la generación de electricidad. A nivel mundial según el “Statistical Review of World Energy”, los combustibles fósiles son responsables del 60,6% de la electricidad que se generó en 2022. Cuando se oyen voces criticando la “acelerada” adopción de las energías renovables es importante recordar este dato. El mundo utiliza un 60% de combustibles fósiles, un 9% de nuclear, un 15% de hidráulica y un 14% de nuevas renovables. Ni las nuevas renovables van tan rápido a escala global, ni los combustibles fósiles se usan solo para transporte y usos térmicos.

Estamos entonces en un escenario global en el que seguimos siendo, incluso para la generación eléctrica, donde más sencillo es incorporar renovables, tremendamente dependientes de combustibles fósiles y nuclear. Un consumo energético creciente no solo necesita la incorporación de renovables, también del resto de tecnologías para mantener esta voracidad energética. A nivel europeo, la situación es distinta. Con las medidas de eficiencia energética, el ahorro y, también es necesario decirlo, un menor consumo energético de nuestra industria, el problema es justo el contrario.

Europa incorpora cada vez más renovables a un sistema que, año tras año, demanda menos energía. En el último informe de Ember, que recogía un análisis del sistema eléctrico del Viejo Continente durante el primer semestre de 2023, los datos no podían ser más elocuentes: la generación eléctrica a partir de combustibles fósiles disminuyó con fuerza a la vez que 17 países marcaron cifras récord de generación renovable.

Lo que el estudio de Ember señalaba, es también preocupante para las propias tecnologías renovables. La demanda eléctrica cayó en el primer semestre de 2023 un 5% respecto al mismo período del año precedente. Para ser claros, Europa necesitó en 2023 menos electricidad que en 2020, el año de la pandemia.

Esa reducción del consumo eléctrico es similar en España, también fue del orden del 5%. ¿Las razones? Diversas. Ya en el I Informe Anual del Autoconsumo Fotovoltaico se señalaba que el autoconsumo en 2022 generó el equivalente al 1,8% de la demanda eléctrica nacional. El autoconsumo no se contabiliza como generación renovable, sino como reducción del consumo, una suerte de eficiencia energética. De esta forma, y con un incremento récord de 2.649 MW de autoconsumo en España en 2022, distribuidos en 240.344 instalaciones, es muy posible que gran parte de esa reducción experimentada por la demanda sea consecuencia de la apuesta decidida de ciudadanos y empresas por el autoconsumo.