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La sostenibilidad está siendo, sin duda, el motor de cambio del comercio durante los últimos años. El mundo entero es cada vez más consciente de la necesidad de cuidar el medio ambiente, mucho más allá del reciclaje. Y es que ya no cabe duda de que el impacto de las acciones del ser humano en el entorno natural es una realidad. Las empresas, por su parte, no deben quedarse atrás en este cambio responsable. Y no lo están haciendo. La contaminación procedente del comercio es muy significativa y la necesidad de adoptar prácticas sostenibles en su actividad es muy urgente.
La cadena productiva de todo comercio está siendo revisada por completo. El ciclo de vida de cualquier producto está bajo lupa, desde las fábricas en las que se elabora o almacenes en los que se guarda hasta el servicio de entrega final al cliente. Lo mismo ocurre con los servicios, examinados al detalle para que su impacto ambiental sea el mínimo posible. El punto focal está puesto sobre la emisión de gases contaminantes, no obstante, lograr unos procesos sostenibles supone implementar estrategias que ataquen la problemática de una forma mucho más global.
Evaluar y medir las emisiones contaminantes que genera un comercio a lo largo de su cadena de suministro es el primer eslabón del cambio. Un paso imprescindible para cualquier empresa que quiera considerarse sostenible. Una característica, por cierto, muy bien vista por los consumidores. Las opciones que las empresas tienen para conseguirlo son diversas. Ejemplos de ello pueden ser desde llevar a cabo prácticas de eficiencia energética en todas sus instalaciones o el uso de fuentes de energía renovables hasta la optimización de las rutas de transporte que acercan sus productos o servicios al cliente final.
Sobre esta última práctica, muchos comercios han comenzado a electrificar sus flotas de última milla. Los vehículos eléctricos no sólo están libres de emisiones contaminantes, sino que además no generan contaminación acústica. Este tipo de transportes, además, contribuyen a que el aire de las ciudades sea respirable de una manera sana y, para beneficio de la empresa, suelen poder acceder a espacios en los que los vehículos con motor de combustión no pueden. Hoy en día existen vehículos alternativos 100% eléctricos de todo tipo, un ejemplo puede ser el triciclo eléctrico de carga con pedaleo asistido BKL HULK.
La gestión de recursos naturales
Como decíamos, la emisión directa de gases contaminantes en los procesos productivos de cualquier empresa solo es el primer factor a revisar. Pero otros, como la gestión responsable de los recursos naturales utilizados durante dichos procesos, son igualmente imprescindibles. Lograr la sostenibilidad en una empresa significa poner en práctica medidas para minimizar el consumo de energía, agua o cualquier material que forme parte de la cadena de suministro (plásticos…). La economía circular es el claro ejemplo de hacia dónde va el comercio responsable con el medio ambiente.
El papel de los proveedores
Un comercio también debe mirar hacia fuera. Es decir, no únicamente ha de fijarse en sus propios procesos, sino que ha de hacer lo propio con los de sus proveedores. No tiene mucho sentido que una empresa ponga en práctica multitud de medidas para reducir su huella ambiental si luego recurre a proveedores cuya actividad resulta dañina para el entorno, ¿verdad? De esta forma, las empresas han de seleccionar sus proveedores cuidadosamente, atendiendo a que cumplan con unos estándares ambientales y sociales aceptables y que desarrollen sus procesos de manera sostenible.
El papel de los consumidores
Los consumidores, por su parte, tienen su propio papel en el camino a la sostenibilidad del comercio. Y es que, como señalamos al principio del artículo, cada día hay más personas concienciadas con la importancia del cuidado del medio ambiente. Por ello, premian a aquellas empresas cuyas prácticas son sostenibles y siempre buscan satisfacer sus necesidades a partir de comercios que se preocupen, igual que ellos, por el impacto ambiental de los productos que consumen. No en vano existe hoy en día un claro auge de certificaciones y etiquetas que indican que un artículo es ecológico, orgánico… Lograrlas es sinónimo de éxito tanto para el comercio como para el consumidor, pero, sobre todo, para el planeta.