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La temporada contra incendios cada año se adelanta más y más y este año alcanza niveles de riesgo muy elevados. Hasta el 30 de abril, se han quemado 39.400 hectáreas, 25.000 más que en 2022, según datos del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. La situación meteorológica, con sequía persistente desde hace más de un año, agrava la situación.
El último año se cerró como el tercero más seco desde que existen registros. La falta de precipitaciones desde el 1 de octubre del año pasado agrava la situación de sequía prolongada que padece España, según datos de la Aemet.
“Desde luego estamos en un año muy difícil, no solo por el estado de la mayor parte de los montes en España, que forman parte ya de una campaña de incendios de alto riesgo, sino además por la condición de gran estrés hídrico. La única ventaja de esta situación es que ya conocemos el riesgo al que vamos a estar sometidos”, añade Carlos del Álamo, ingeniero de montes y colaborador del Comité de Ingeniería y Desarrollo Sostenible del Instituto de Ingeniería de España (IIE).
El bosque español crece anualmente 46 millones de m3, de los que se aprovechan 19 millones y el resto se acumula en el monte. Los matorrales proporcionan unos 60 millones de toneladas de leña, de los que se solo se utilizan la mitad. Aquí la conclusión es clara, según Carlos del Álamo, “cada vez va a ser más difícil apagar los incendios si no se aprovecha, de forma ordenada y controlada, la biomasa forestal, cuyo uso como energía renovable es clave”.
Año tras año, se repiten los incendios en los mismos sitios, en las mismas comarcas, en los mismos montes, como se ha visto en el reciente caso en la zona de Las Hurdes (Cáceres). Esto se debe a que, según estudios socio-forestales, se ha determinado que el riesgo territorial de aparición de un incendio es consecuencia de una serie de factores socioeconómicos.
Existe múltiples razones que llevan a estos incendios a ser cada vez más catastróficos, como el mencionado aumento de combustible natural por la biomasa acumulada, episodios meteorológicos que favorecen la propagación de los incendios, períodos de altas temperaturas, baja humedad relativa, sequía y, por último, la parte principal es la aparición de la llama. Sin la llama no hay incendios.
La causa que motiva la aparición de los incendios es el capítulo principal de todo el proceso, que se desencadena a partir del momento de la ignición. Los árboles no arden solos y, por muy difíciles que sean las condiciones ambientales, si no aparece la llama, no hay incendio. La llama aparece, bien por razones naturales (6%), como es el caso de los rayos, o bien por razones humanas, ya sea negligencia o por intencionalidad.
De hecho, las quemas agrícolas o ganaderas incontroladas aparecen como causa del 50% de los incendios registrados en nuestro país. En esta situación de sequía y con embalses en mínimos de capacidad, existen otros métodos alternativos para paliar sus consecuencias, en especial, contrafuegos, aviones de carga en tierra o helicópteros, que pueden cargar en diferentes puntos el agua para sofocar los incendios.
Además, el uso de Inteligencia Artificial en la predicción del riesgo de incendios y el conocimiento de su evolución, evita riesgos al personal de extinción y ayuda a la logística del empleo de medios de extinción. Esta tecnología ya ha comenzado a desarrollarse y será de gran utilidad en el futuro.
En 2022, el fuego arrasó con de 268.000 hectáreas de monte, más de tres veces la superficie media quemada en los diez últimos años. Esta cifra da una idea de la creciente virulencia de los incendios. “No podemos depender de la meteorología y, al igual que con la sequía, debemos de adoptar medidas preventivas de todo orden para evitar males mayores”, concluye el ingeniero de montes.