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El pasado 3 de marzo se celebró el Día Mundial de la Vida Silvestre. Ese día fue más que probable que una tortuga marina en situación de amenaza muera tras haberse enganchado en una anilla portalatas. También que un ave tan común –y sin embargo en declive- como la perdiz roja vea cómo se degrada su hábitat natural por la expansión de escombros y residuos. O que los frágiles equilibrios de un humedal queden patas arriba porque ya son demasiadas las colillas en su fondo. Los análisis hasta la fecha asocian a entre 800 y 1.400 especies con el littering, eso solo en los océanos y entornos acuáticos. Al menos una treintena de ellas, estudiadas en España.
La comunidad científica e internacional coinciden a la hora de alertar sobre los posibles impactos del abandono de basuras en la naturaleza. Sin embargo, en medio de esta gran llamada a la acción, surge un obstáculo: el propio término littering. No está incluido en el Diccionario de la Lengua Española de la RAE y las posibles traducciones propuestas por distintas instituciones no siempre responden a la realidad del fenómeno ni contribuyen, de forma satisfactoria, a superar el reto de informar a la opinión pública sobre la envergadura del problema y cómo ser parte de la solución. En inglés, la propia palabra littering puede generar confusiones porque también se emplea en contextos de suciedad urbana o para aludir a la hojarasca y a los desechos orgánicos.
Por todo ello, y tras consultar con expertos e investigadores especializados en biodiversidad, Libera -la iniciativa de SEO/BirLife en alianza con Ecoembes para liberar a la naturaleza de basura- propone una palabra alternativa que, al menos en español, ayude a concienciar y prevenir el littering: basuraleza.
Otra conclusión generalizada en la literatura científica es que la dimensión y complejidad del problema requiere de más investigación. De hecho, comienzan a alzarse las voces que sitúan a la basuraleza como un agente del cambio global, el conjunto de cambios en el medio ambiente provocados por el ser humano, que incluye realidades como el efecto de las emisiones de gases de efecto invernadero, la pérdida de especies y de espacios naturales como consecuencia de la destrucción de hábitat, el urbanismo descontrolado o la intensificación agraria.
Basuraleza y vida silvestre
El impacto de la basuraleza sobre la vida silvestre es, quizá, uno de los campos mejor analizados hasta la fecha, especialmente en el medio marino. Y las cifras no paran de crecer: en 1997, una exhaustiva revisión contabilizaba 247 especies afectadas. Nueve años después, en 2016, un nuevo informe triplicaba el dato hasta las 800 especies, aunque para entonces ya se empezaban a conocer estimas por encima de las 1.400 especies marinas y acuáticas asociadas con la basuraleza.
La incidencia es especialmente grave en el caso de fauna y flora amenazada. Por el momento, se estima que un 17% de las especies afectadas por la basuraleza forma parte de la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Es el caso, por ejemplo, de la tortuga boba o del oso marino ártico, ambas catalogadas en situación vulnerable. Las aves marinas, como la pardela cenicienta o la pardela balear, tampoco se escapan a la catástrofe ambiental que supone la naturaleza. Un reciente estudio calcula que el 90% de las aves marinas han ingerido plástico y que, de seguir así, el número llegará al 99% en 2050.
¿Y qué ocurre con las especies terrestres? Los estudios en estos entornos son significativamente inferiores a los realizados en el mar. Por eso, las apelaciones a un mayor esfuerzo investigador son más comunes. Ya existen análisis que sugieren que el impacto de la basuraleza terrestre podría ser mayor que la de los océanos. No en vano, la mayor parte de los residuos que acaban en el océano provienen de tierra firme.
Aún más investigación
De igual modo, parece que quedan huecos por rellenar en el estudio de la distribución y composición de la basuraleza, en su origen o en su monitorización. Especialmente, una vez más, en entornos terrestres y acuáticos. Hasta la fecha, la presencia de materiales plásticos es la mejor documentada, pero la literatura científica también apunta a la conveniencia de analizar el impacto de los microplásticos y naplásticos que se extraen de la ropa o los cosméticos, de los residuos metálicos (por ejemplo, el tóxico plomo), o de otros restos como las ubicuas toallitas desechables o las igualmente ubicuas colillas. De los casi 6 billones que se producen al año, 4,5 billones acaban formando parte de la basuraleza.
En esta línea, Libera está trabajando en el entorno terrestre, marino y fluvial gracias a la metodología científica impulsada por asociaciones como Paisaje Limpio, Vertidos Cero o KAI Marine. A partir de las campañas de ciencia ciudadana de ‘1m2’, en la que ya han participado más de 4000 voluntarios en 150 puntos, se está logrando un mayor conocimiento de las basuras abandonadas en estos entornos.
Todos estos datos refuerzan la creciente necesidad de obtener un mayor conocimiento de la basura que termina en nuestros entornos naturales para poder ofrecer soluciones efectivas.
La solución está en mano de todos
Cada persona cuenta. Cada acción cuenta. Un bastoncillo tirado por el inodoro en España puede terminar interactuando con un caballito de mar en una prístina isla del Pacífico. Tampoco conviene olvidar que uno de los principales retos para atajar este problema es abordarlo a escala global y desde la cooperación internacional.
Por este motivo, es necesario que todos los agentes trabajen alineados, a nivel local, nacional e internacional, para erradicar un problema que va en aumento: las administraciones, mejorando la gestión de los residuos y cooperando para ayudar a las regiones y países que no cuentan con los mismos recursos para gestionar sus residuos; las empresas, reduciendo y gestionando sus residuos; y los consumidores, realizando una correcta gestión de los mismos.
Libera surgió para contribuir a la erradicación de la basuraleza para evitar que impacte y menoscabe el capital natural del planeta, clave para la vida humana. Y continuará haciéndolo a través los pilares fundamentales del proyecto: conocimiento, prevención y participación. Desde sus proyectos de ciencia ciudadana, conservación y recuperación de espacios naturales, Libera pretende lograr una mayor concienciación y educación ambiental, que permita profundizar en el avance hacia una economía circular.