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Dejamos atrás 2024 con un sabor agridulce en lo referente a la competitividad de la gran industria electrointensiva a partir de una variable clave como es la factura eléctrica. Por un lado, hemos asistido a una importante bajada del precio del mercado mayorista con respecto a los años previos, en concreto un 35% inferior al precio del 2023, lo que ha supuesto un importante alivio. Pero, por otro lado, esta bajada aún nos mantiene lejos de los valores que nos permitirían competir con industrias emplazadas en otras economías tanto dentro como fuera de la Unión Europea.
El 2024 ha finalizado con un precio del mercado mayorista por encima de la media histórica, con el cuarto registro más elevado cuando añadimos los costes de los mercados de ajuste.
Las incertidumbres que rodean a los mercados energéticos han aumentado con el paso de los meses. A la invasión rusa de Ucrania se suman ahora nuevos conflictos, y todo ello repercute negativamente en el precio del gas natural que se traslada de forma inmediata al precio del mercado eléctrico. Estamos pues aún lejos de poder alcanzar la normalidad en lo que a precios energéticos se refiere.
La continua entrada de energías renovables en el mercado eléctrico sirve para mitigar parte de esta subida. Lo hemos visto en los meses de primavera en los que, por primera vez en mucho tiempo, el mercado nacional ha batido al resto de mercados europeos, situando a nuestro país como el más atractivo para el consumo eléctrico. Sin embargo, esto apenas duró tres meses y el resto del año observamos como el precio del mercado eléctrico estuvo lastrado por el precio del gas natural, alejándonos de la competitividad deseada. Esto, a su vez, afecta negativamente a los precios de los contratos a largo plazo de energías renovables, los PPAs, que se fijan en función de las expectativas de precios del mercado eléctrico, volviendo nuevamente a establecer un vínculo con el precio esperado del gas natural.
Mientras nuestra dependencia del gas natural continúe fijando la senda de precios del mercado eléctrico no estaremos en condiciones de afrontar la estabilidad de precios requerida, ni el nivel competitivo y deseado para fortalecer nuestra industria manufacturera. El resultado es la caída de la actividad industrial ante la imposibilidad de internalizar el precio eléctrico, lo que lleva a una pérdida de competitividad que nos aleja de mercados que son difíciles de recuperar. Esta merma en la actividad industrial a causa del impacto del coste energético ha sido señalada muy acertadamente en el informe Draghi.