En el contexto de la reciente cumbre de Bakú y los devastadores efectos de la Dana en el Mediterráneo, el cambio climático se ha convertido en un tema central de debate. Luis Babiano, gerente de la Asociación Española de Operadores Públicos de Abastecimiento y Saneamiento (AEOPAS), nos ofrece su perspectiva sobre cómo este fenómeno global impacta la gestión del agua en España.
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¿Qué importancia tiene el cambio climático en la gestión del agua?
El elefante en la habitación es el cambio climático; nos enfrentamos a transformaciones radicales en el planeta en los próximos 30 años, no en dos siglos. Necesitamos un nuevo planteamiento económico que determine qué hacemos, entre otras cosas, con el agua. La Dana del pasado mes de octubre en el Mediterráneo se ha convertido en el episodio natural más destructivo del siglo XXI en España, con lluvias torrenciales en las que se registraron hasta cerca de 500 l/m2 en algunos puntos del entorno de Valencia e inundaciones repentinas, desbordamientos de ríos y tornados. Un episodio dramático que nos envía un mensaje claro: el cambio climático es ya una realidad y es urgente tomar medidas para mitigarlo.
Y en las decisiones que hay que tomar en el agua ¿se toma en serio este elefante?
Se coloca en un segundo plano o en un tercero. Hay consenso de que el cambio climático existe y que está originado por los gases de efecto invernadero y muy en particular por la emisión masiva de CO2. Esto impulsa acciones de mitigación en pro de la transición energética y esto centra casi todos los acuerdos y debates, de los calendarios que se hacen, de los esfuerzos, etc. Y eso se aplica, a veces sin demasiado éxito, porque ciertamente hay también poderosos incentivos económicos y financieros para esa transición energética.
Sin embargo, el agua, sorprendentemente, se queda al margen de estos incentivos. Hay que recordar algo que es evidente; si bien la generación del cambio climático está en torno al vector de CO2, los principales impactos sociales y, en particular, sobre las personas en situación de mayor vulnerabilidad, se producen en torno al vector agua por eventos extremos, tanto de sequía como de inundaciones.
Europa, y por supuesto, España es buena prueba de ello; hemos avanzado mucho en transición energética y poco en transición hídrica.
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