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La transición energética se ha convertido en un reto ineludible para todos los actores que conformamos el sector energético, con el objetivo de cumplir los compromisos internacionales de reducción de emisiones, al mismo tiempo que se asegura un suministro energético estable, sostenible y asequible. En este contexto, los gases renovables, liderados por el biometano y el hidrógeno renovable, se presentan como soluciones tecnológicas clave. Estas tecnologías pueden acelerar la descarbonización sin comprometer el tejido industrial ni la seguridad energética de España y Europa. No solo contribuyen significativamente a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), sino que también ofrecen una vía para la reindustrialización, el fortalecimiento de la seguridad energética y la creación de empleo.
Recientemente, Mario Draghi, economista y ex primer ministro de Italia, presentó a la Comisión Europea el Informe que lleva su propio nombre, un documento estratégico que ofrece un plan conjunto para impulsar el crecimiento económico en Europa. Una de las ideas centrales de dicho informe es la necesidad de reducir los costes energéticos y acelerar la descarbonización, garantizando al mismo tiempo que la industria europea siga siendo competitiva en un contexto global. Draghi subraya que, en la carrera por cumplir con los compromisos climáticos, Europa no puede permitirse dejar atrás su tejido industrial. Y para lograr este objetivo es esencial fomentar el uso de los gases renovables.
El biometano, a diferencia de otras alternativas emergentes, no es una promesa futura. Es una realidad ya consolidada en Europa, con más de 20.000 plantas operativas a lo largo del continente. Esta tecnología tiene la ventaja de poder integrarse sin complicaciones en la infraestructura de gas natural ya existente, lo que facilita una transición energética eficiente y viable económicamente al no requerir grandes inversiones para adaptar las infraestructuras actuales. Además, el biometano es un recurso que se produce a partir de residuos con contenido orgánico, como los agrícolas, ganaderos, lodos de depuradora y urbanos, entre otros, contribuyendo así a la economía circular y a la reducción de emisiones de efecto invernadero.
Desde una perspectiva económica y medioambiental, el biometano ofrece una solución práctica y sostenible. No solo ayuda a reducir las emisiones, sino que también ofrece una serie de beneficios adicionales. En términos de creación de empleo y dinamización económica, el estudio elaborado por Sedigas, en colaboración con PwC y Biovic, muestra que la construcción de más de 2.300 plantas de biometano a lo largo de España podría atraer una inversión de aproximadamente 40.500 millones de euros, y generar hasta 62.000 empleos directos e indirectos. Si tenemos en cuenta que la vida útil de estas plantas puede extenderse entre 20 y 25 años, el desarrollo de esta tecnología no solo representa una oportunidad para revitalizar las zonas rurales, sino que también supone una fuente de inversión continua, creación de empleo estable y recaudación fiscal para las administraciones locales.
Adicionalmente, el biometano no compite con otras fuentes de energía renovable, sino que las complementa. Su carácter renovable y local lo convierte en un recurso que puede integrarse perfectamente en el mix energético, aportando estabilidad y diversificación sin necesidad de reemplazar otras tecnologías. Este es un aspecto clave, ya que permite una transición energética equilibrada, en la que se aprovechen todas las tecnologías disponibles.