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El 40% de los plásticos y el 50% del papel que se utiliza en la Unión Europea se destina a la fabricación de envases; cada ciudadano comunitario genera casi 180 kilogramos al año de este tipo de residuo. Estas contundentes cifras explican el “tsunami” legislativo, tanto nacional como europeo, en el que se encuentra inmersa la gestión ambiental de envases en los últimos años con el foco puesto en la novedad de los de tipo comercial e industrial.
Siguiendo con datos de la Comisión Europea, si no se tomaran medidas, en la UE los residuos de envases aumentarían otro 19% de aquí a 2030 y, en el caso de los residuos de envases de plástico, incluso un 46%. En este sentido, las nuevas normas pretenden poner fin a esta tendencia, pero ¿cuáles son esos nuevos textos legislativos y cuáles son sus implicaciones?
A nivel europeo, nos encontramos con el Reglamento de Envases y Residuos de Envases, que será por tanto de aplicación directa, ha sido ya aprobado por el Consejo y el Parlamento Europeo y su publicación está prevista en el último trimestre de 2024. Su principal (y ambicioso) objetivo es que todos los envases (excepto los de madera ligera, corcho, textil, caucho, cerámica, porcelana y cera) sean reciclables en el año 2030.
Además, todos los embalajes utilizados para el transporte, incluidos los destinados al comercio electrónico, tendrán que ser reutilizables a partir de ese mismo año, con la excepción de los de papel y cartón, los únicos materiales que no han de cumplir con este compromiso, favoreciendo su reciclaje.
Por su parte, a nivel nacional, el Real Decreto 1055/2022 de Envases y Residuos de Envases está en vigor desde finales de diciembre de 2022, excepto en lo relativo a las nuevas obligaciones de marcado de los envases, que lo harán el próximo 1 de enero de 2025. La nueva norma regula con especial detalle múltiples cuestiones relacionadas con el régimen jurídico de los envases y sus residuos con el fin, compartido con el Reglamento comunitario, de prevenir y reducir su impacto sobre el medio ambiente.
Ambos textos tienen también en común el hecho de pivotar sobre la Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP), principios que responsabiliza, desde el punto de vista organizativo y financiero, a los productores de todo el ciclo de vida de los productos que introducen en el mercado, desde su diseño hasta el final de su vida útil, incluyendo la recogida y reciclaje de residuos.