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El agua es imprescindible no solo para vivir. También la necesitamos para desarrollarnos con dignidad. Presente en todas las actividades humanas, bien depurada es fuente de salud, de garantía del medioambiente y de progreso. No hay ninguna duda de que es un bien digno de protección tanto para velar por su cantidad como por su calidad.
Antes de que el agua llegue a los hogares se somete a procesos de depuración para que tenga la calidad debida y cuando sale también, para que alcance la naturaleza en buenas condiciones. Todo esto en las sociedades bien desarrolladas, ya que no ocurre lo mismo en los países subdesarrollados en los que en muchas ocasiones el agua, por su mala calidad y escasez, es un lastre para la salud y el progreso; de ahí la necesidad de una toma de conciencia universal para que aquellos que estamos en el grupo de los “privilegiados” apreciemos lo que tenemos, no despilfarremos este bien tan escaso y emprendamos acciones para que los que no están en nuestro grupo tengan lo que nosotros tenemos.
Desde que se toma de la fuente hasta el grifo, el agua se somete a diversas operaciones: a grandes rasgos transporte, almacenamiento, depuración, nuevo transporte del agua utilizada, de nuevo depuración y finalmente su entrada de vuelta a la naturaleza. Todos estos procesos necesitan de alguien que los ejecute, y ese quien son las empresas que construyen las infraestructuras necesarias y después las explotan, haciéndose cargo de del conjunto de los tratamientos que se le dan y obtener así la necesaria calidad para el consumo de boca y para devolvérsela a la naturaleza.
El buen trato que demanda el agua exige de una buena educación sustentada en una información comprensible y veraz, de modo que seamos conscientes de todos los cuidados que requiere y para usarla, sin olvidar que en las épocas de sequía es aún más escasa.
El agua es de todos, pero es fácil entender que los procesos a los que se la somete requieren dinero y, por lo tanto, tienen un valor. Al respecto, la Directiva Marco de agua del año 2000 determina que su precio ha de incluir todos los costes, incluso los de primera instalación. De alguna manera se trata de recuperar los gastos para seguir construyendo, manteniendo y explotando las infraestructuras.