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Las instalaciones industriales se enfrentan a la necesidad de ser cada vez más eficientes, con el objetivo de optimizar unos procesos cada vez más automatizados y de alcanzar un mayor ahorro en el consumo de los recursos básicos de las plantas industriales. La clave para lograr la optimización de la eficiencia en la industria reside en una buena monitorización de los consumos y en su posterior análisis, de forma que se puedan determinar las oportunidades de mejora.
Según el recién publicado Renewables 2021 Global Status Report de REN21 (Figura 1), los usos de energía térmica en 2018, que incluyen calentamiento de agua y calefacción, refrigeración de espacios y calor de procesos industriales, representaron más de la mitad (51%) del total de la energía final que se consume; de esto, alrededor del 10,2% provino de energías renovables. Ello nos hace preguntarnos, si el 51% del consumo energético es para cubrir la demanda de calor, ¿por qué electrificar el 100% de la oferta?
Asimismo, según datos de la IEA en el proyecto Solar Payback (Figura 2), el 32% del consumo mundial de energía se emplea en la industria, y el 74% de esas necesidades energéticas en la industria son de calor, siendo un tercio de dicha demanda cubierta por calor de baja temperatura.
Casi toda la demanda de calor en procesos industriales requiere calor en los rangos de temperatura que puede proporcionar un sistema solar térmico, ya que la mayoría de las aplicaciones se encuentran en los rangos de temperatura baja a media.
La mayoría de los procesos industriales requieren tanto el calentamiento de una corriente de fluido (por ejemplo, corrientes de aire caliente, agua caliente, reposición de agua) como el calentamiento de algún depósito (por ejemplo, hornos, baños líquidos). Los sistemas de calefacción existentes para el proceso de calor industrial se basan en vapor o agua caliente de una caldera, que utiliza principalmente combustibles fósiles como petróleo, gas y carbón o electricidad generada por diferentes fuentes.