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La Unión Europea produce al año más de 2.500 millones de toneladas de residuos de diferentes procedencias. Ante estas cifras, las políticas comunitarias de la Unión han ido dirigidas a reformar el marco legislativo, con el objetivo de modificar el modelo de gestión de residuos vigente en los últimos años: un modelo de carácter lineal, que se basa en el concepto de usar y tirar y que ha sido sustituido, desde hace ya algunos años, por un modelo basado en los criterios de economía circular.
Este nuevo paradigma implica , según la definición de la Comisión Europea, el desarrollo de un modelo de producción y consumo en el que el material se incorpore en la cadena productiva una y otra vez, generando así un valor añadido para el mismo.
Este concepto de Economía Circular establece objetivos de reducción y reciclaje de los residuos, evitándose así el vertido a vertedero sin aprovechamiento posterior de un gran porcentaje de los mismos. Para conseguir dichos objetivos es necesario utilizar nuestros recursos de manera más inteligente y eficiente. Dado que muchos materiales de consumo son finitos, e incluso escasos, es necesario utilizarlos de un modo más sostenible, con una perspectiva a largo plazo, promoviendo medidas que vayan desde su extracción hasta su reutilización.
El modelo de acción de la economía circular aborda todas las fases del ciclo de vida de un producto o material. Como primer paso, promueve la eliminación de los residuos desde el diseño, fomentando el uso de materiales sostenibles y circulares con mayor vida útil. Continuando el proceso, potencia el control de la producción en fábricas y la realización de pruebas finales del producto para garantizar la optimización de su consumo. Para cerrar el ciclo, se propone una adecuada recogida y gestión de los residuos para su posterior reincorporación en el ciclo productivo, elemento primordial en el objetivo de la Economía Circular, puesto que la mayoría de los productos y materiales son susceptibles de ser reciclados o reutilizados.