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Tras el accidente nuclear de Fukushima de marzo de 2011, se procedió a la parada en frio de los reactores nucleares que con anterioridad cubrían el 30% de las necesidades de electricidad del país. Pese a que a corto plazo se está supliendo la falta con combustibles fósiles, la introducción de las tarifas de inyección a la red en 2012 y su compromiso de contribuir a la mitigación del cambio climático parecían indicar que Japón estaba sentando las bases de una transición energética hacia las energías renovables. ¿Es realmente así? ¿Logrará Japón su objetivo de hacer que las renovables constituyan un cuarto (22%-24%) de su mix energético en 2030? ¿En qué punto nos encontramos?
Japón es un archipiélago relativamente aislado, densamente poblado y que carece de recursos energéticos propios, por lo que durante la mayor parte de su historia contemporánea ha luchado por aliviar su “angustia energética” ejerciendo, por una parte, una hábil diplomacia económica a fin de asegurarse el acceso a combustibles fósiles, mientras que por la otra fomentaba el uso de la energía nuclear a fin de colmar la necesidad de un suministro constante de electricidad a precios competitivos por parte del sector industrial y empresarial.